Historias de barra

Hace poco un camarero me dijo que de un buen bar hay muchas historias de barra para contar. Así que os voy a contar la que viví ayer. 

En el bar Lepanto, bien conocido por cualquier bilbaíno, disfrutaba de la tarde con una amiga. Una vez en casa nos dimos cuenta de que no habíamos pagado, y al día siguiente volví para hacerlo. El camarero, entre risas, bromeó con llamar a la policía, y un cliente de cierta edad, que no había entendido lo ocurrido, me preguntó si había perdido algo. ¡Que ayer me fui sin pagar!, expliqué. El señor me tendió la mano, ¡qué buena juventud se viene!, me dijo. Y se ofreció a pagar él. No se preocupe, ya pago yo, insistí. Pero no me dejó, y acabó invitando él. 

Curiosamente, el otro día mi amiga resaltaba la variedad de edades que se juntaban en aquel bar. Salí de allí, con la cartera aún en la mano y una sonrisa de oreja a oreja. Y qué buena generación se nos va.

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